En mi infancia escuchaba radios internacionales y como si fuera un barco en altamar veía al mundo al alcance de mi mano. La internet (que tuve el honor de conocer desde cuando ésta estaba en pañales en Chile) me pareció algo similar, más aún sin la restriccion diurna de la onda corta. Con internet podías llegar donde quisieras a cualquier hora del día, y sin moverte de tu escritorio. Aunque había que respetar ese cibermar (como se respeta al verdadero) para no pasar 10 años en la U, como algunos compañeros que preferian los MUD (juegos de rol) a las clases. Además el encierro que implicaba el estar frente al computador no solo para estudiar sino también de pasatiempo (en la época en que los notebooks eran impagables), hacía que los ciberhéroes no tuvieran el semblante de un guardián de la bahía sino más bien de un submarinista.
Sin embargo, ahora al ver a las personas "fluyendo a presion" en estrechos pasillos de transantiago-metro-micro-taco, para llegar a su trabajo a ocupar su cubiculo, puesto, silla, metro cuadrado (sin otros 6 ocupantes de ese mismo espacio) donde quizas con suerte estiren las piernas; es que me doy cuenta que los submarinistas son personas afortunadas.
Pero no todo es tan malo, al menos tenemos el mar verdadero a un par de horas :)
sábado, 2 de febrero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La vida no es mala, sólo nos sorprende.
¿Sorprendida?
Publicar un comentario